La revista Vice hizo algo muy sencillo para constatar la magnitud del horror cotidiano en el que se ha convertido ser mujer en la Ciudad de México. A través de una búsqueda en Internet, este medio pudo verificar a dónde van a parar los videos de índole sexual que son grabados en el metro sin consentimiento.
En 4 de los sitios porno más visitados de América Latina hay 22 mil videos de índole sexual grabados en el metro.
Muchos de ellos son de acoso.
Vice encontró que este material incluye escenas de sexo explícito en vagones y pasillos. Pero la mayoría corresponde a momentos en que hombres acosan a mujeres de distintas maneras, ya sea en horas pico, en los transbordos o en los andenes.
Algunos de estos videos tienen más de 1 millón de reproducciones.
Cada día se cometen 350 agresiones contra mujeres en el metro, según el estudio “Atención y Prevención del Acoso Sexual en el Metro”
Esto no sólo constata que la violencia en el metro hacia las mujeres es real, sino que incluso supera lo que algunos habrían podido concebir como “casos aislados” o “esporádicos. Para colmo, demuestra también que los entornos digitales están permeados también por una cultura de violencia patriarcal, misógina y de depravados.
Lo peor es que, debido a la falta de regulaciones en Internet, difícilmente se puede castigar a quienes suben estos contenidos. Hay que recordar que, además, las redes sociales también permiten subir este tipo de contenidos, aunque menos explícitos. Un ejemplo está en las páginas “mi crush metro”, donde se suben fotografías de hombres y mujeres que han sido captadas en diversas líneas del metro, con la “esperanza” de saber quienes son y poder localizarlos. Esto es una violación a la privacidad muy preocupante y sumamente peligrosa, sobre todo para las mujeres.
Se abre otro debate para el feminismo: y es lo que las mujeres enfrentamos en el Internet.
Porque sumado a todo esto, hay que decir que incluso el material –como fotografías desnudas o semidesnudas– que compartimos libremente con nuestras parejas sexuales vía redes sociales, puede ser usado en nuestra contra –lo que es llamado “pornovenganza”–, una cuestión que ya ha hecho que mujeres como Ana Baquedano luchen por la creación de mecanismos que eviten este tipo de violencia.
Así, se suma otro tópico a discutir y una cuestión más que solucionar, y es cómo democratizamos Internet y lo hacemos un espacio de pluralidades, en el cual, no obstante, no se reproduzca la violencia patriarcal hacia los cuerpos y las subjetividades, ni menos aún los videos de situaciones reales que son mortíferas para las mujeres, como lo son los acosos en el metro.
¿Alguna duda de que no es suficiente crear vagones exclusivos para mujeres? El problema de la violencia hacia las mujeres en México y América Latina es mucho más grande, y para solucionarlo se requerirá de un trabajo colectivo de largo aliento.
Mejorar la infraestructura del metro y capacitar a los policías de este transporte para lidiar con la violencia machista son algunas acciones inmediatas. Pero también necesitamos organizarnos como mujeres, cuidarnos entre nosotras. Debemos proponer y adoptar medidas preventivas y que den como resultado entornos libres de violencia. Esto incluye a los entornos digitales, en los cuales no debe permear la censura, pero no se puede tolerar que por ellos discurra material pornográfico hecho a partir del acoso y difundido sin consentimiento.
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