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El deporte, un derecho del pueblo



Durante los Juegos Olímpicos de Sydney 2000, el equipo cubano de voleibol femenil se encaminaba a realizar una hazaña nunca antes vista en la historia del voleibol: conseguir su tercera medalla de oro olímpico. El equipo conformado por 12 mujeres, mejor conocidas como las morenas del caribe, sabían que el triunfo de aquel partido final no solo significaría un hito para el deporte cubano, sino que llenaría de orgullo y alegría a un pueblo que llevaba años sufriendo las consecuencias del denominado Periodo Especial de los 90’s. Un momento caracterizado por el desabasto energético, la escasez de alimentos y la profunda crisis económica desatada por el derrumbe de la Unión Soviética, hasta ese entonces principal aliado comercial de Cuba. Pero exactamente, ¿Quiénes fueron las morenas del caribe? y ¿Porqué representaban a los y las atletas de la periferia en el plano internacional?


Decía Fidel Castro que es responsabilidad de un líder brindarle confianza a su pueblo, que solo a través de un pueblo orgulloso de sí mismo, no en el sentido de la soberbia o del nacionalismo exacerbado, sino de la aceptación de su historia e identidad popular, es que este va a adquirir la fuerza necesaria para autodeterminar su presente y su futuro. Y es que, si algo han logrado los procesos de colonización, imperialismo y dominación sobre los pueblos, ha sido consolidar los sentimientos de inferioridad y auto rechazo en su población.


Las morenas del caribe eran la viva imagen de la mujer de la periferia latinoamericana: mujeres trabajadoras, procedentes de familias sencillas y en su mayoría de piel oscura; pero con un carácter y una determinación enorme para salir adelante por su comunidad. Estas deportistas sabían que si ganaban en la cancha, ganaba también su gente; y que si ellas podían convertirse en campeonas mundiales, era precisamente por que la revolución del pueblo cubano había hecho del deporte, no un privilegio para unos cuantos, sino un derecho para todos y todas que quieran practicarlo.


Y que a pesar de salir de una isla pequeñita, aislada y asediada durante décadas por el bloqueo internacional estadounidense, tenían la capacidad de convertirse en medallistas olímpicas. Posiblemente el pueblo cubano y sus 226 medallas olímpicas ganadas nos enseñan que un atleta de alto rendimiento; así como un filósofo, un doctor o una artista, no nace, sino que se hace. Y que jamás se hace de manera individual, siempre, se hace de forma colectiva.


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