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Andrea Santos

Feminicidio en casa, la realidad de las mujeres en México durante la cuarentena


Cuarentena y violencia contra las mujeres

La pandemia por el Covid-19, que actualmente azota a todo el mundo, ha provocado que se agudicen las contradicciones del modelo capitalista neoliberal; hablando específicamente del confinamiento, se ha agudizado la precarización de las clases trabajadoras, y la violencia contra las mujeres. La cuarentena ha transformado el cómo vivimos los espacios domésticos y ha trastocado las relaciones familiares, obligando a las mujeres a convivir mucho más tiempo con sus agresores.[1]

Lo que para muchas personas representa resguardo frente al peligro por el Covid-19, para muchas mujeres, el confinamiento se ha traducido en un sometimiento constante a golpes y otras violencias físicas, simbólicas, psicológicas, y sexuales, y en un incremento del riesgo de ser asesinadas en su propio hogar.

En esta tesitura “Rafael Guerra García, presidente de la Comisión Nacional de Tribunales Superiores de Justicia (Conatrib), informó que la cifra de feminicidios supera las muertes de mujeres a causa de Covid-19”,[2] es decir, han fallecido 122 mujeres del total de los 466 decesos reportados por coronavirus, por lo que estos datos revelan que sólo el 30 por ciento de las defunciones relacionadas con la pandemia corresponde al sector femenino; tomando en cuenta que para la segunda semana de abril se han registrado al menos 209 asesinatos contra mujeres de los cuales al menos 166 son feminicidios, haciendo un total de 600 feminicidios en lo que va del año, significa que en a penas un mes, los feminicidios aumentaron en al menos un 20%.

Del mismo modo se han incrementando las llamadas a los teléfonos de emergencia por casos de violencia doméstica en hasta un 100%, en donde no solamente se ven afectadas las mujeres, sino que de forma aparejada, los miembros más vulnerables de la familia como son personas enfermas o con alguna discapacidad y, niños y niñas, se ven envueltos en una espiral de violencia que aunque no sean las víctimas directas, sufren la violencia contra las mujeres de sus familias.

Las relaciones de dominación patriarcales, poder y hegemonía

El feminicidio como la privación de la vida de una mujer por razones de género, sigue siendo un problema latente en nuestro país. La asignación de roles, la vivencia tan arraigada de los estereotipos de género, y otras formas de violencia contra la mujer, se siguen perpetuando como parte de las relaciones patriarcales. En este sentido, la actual efervescencia de la disputa por su transformación, que conlleva la destrucción de esas relaciones, parece haber desatado los odios más profundos de la sociedad (especialmente por parte de otros hombres) en contra de las mujeres.

La lucha feminista ha desestabilizado y resquebrajado las relaciones sociales a través de las cuales el patriarcado se despliega, por lo que es plausible pensar que los que ejercen el poder patriarcal y detentan los privilegios opresivos que ello conlleva, comienzan a enfrentarse a una disputa y resistencia acrecentadas, frente a lo cual, lo único que les ha quedado, es llevar su posición de poder a sus formas más violentas y opresivas en un intento patético de no perderla.

Derivado de lo anterior, es importante señalar que ninguna relación de dominación puede terminarse apelando a la voluntad del opresor, pues todos los procesos revolucionarios nos han enseñado que en determinados momentos, los grupos dominantes son vencidos a partir de otras voluntades colectivas, capaces de organizarse y aprovechar cualquier posibilidad para transformar las relaciones de fuerzas e instaurar condiciones de vida más digna. Todo ello por supuesto, ha requerido siempre de concentrar fuerzas sociales, construir alianzas y contra-hegemonía, pues toda transformación social que suponga la abolición de determinadas formas de opresión, presupone a su vez, la cuestión de la disputa por el poder.

En esta tesitura, la lucha de las mujeres contra todas aquellas formas de violencia que la han oprimido por siglos, ha necesitado ser siempre una lucha por disputar la hegemonía y el poder patriarcal, ambas cuestiones que si bien pueden entenderse de forma distinta, no pueden separarse si se trata de conquistar mejores condiciones de vida, esto quiere decir por un lado que, la disputa de las mujeres por llevar adelante su proyecto democrático, supone su capacidad de dirigir en primer lugar una voluntad colectiva en el ámbito de lo nacional, que pueda seguir generando las condiciones de lucha y, entonces, disputar al Estado ese poder que oprime a las mujeres. De esta forma, resulta insoslayable que los movimientos feministas sigan luchando por desgarrar e inscribir en el Estado sus demandas, a través de una dirección moral e intelectual en las coordenadas de la nación.

Por eso exigimos al Estado que refuerce los mecanismos para prevenir, combatir y erradicar la violencia de género contra la mujer, principalmente bajo tres aspectos: 1) que se a

tiendan de forma expedita las llamadas de violencia, con capacidad suficiente y que la atención se brinde con perspectiva de género, 2) que se utilicen de manera efectiva los mecanismos de las alertas de género que presuponen ya una construcción institucional, 3) que se hable de esto en las conferencias matutinas del gobierno federal, pues el tema de la violencia es un tema de interés público y también de salud que urge seguir visibilizando.

1. Cfr. Rico, Nieves, Violencia de género: un problema de derechos humanos [En línea] https://www.cepal.org/mujer/noticias/paginas/3/27403/violenciadegenero.pdf

2.https://heraldodemexico.com.mx/coronavirus-covid-19/coronavirus-covid19-feminicidios-mujeres-violencia-domestica-cuarentena/

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