Venezuela y la gente que tose sangre en Tailandia: ¿qué está pasando en el f*king mundo?
- Admin
- 3 feb 2019
- 5 Min. de lectura

En Bangkok el aire está tan contaminado que la gente tose sangre, y los niños dejan de ir a la escuela para no respirar altas concentraciones de smog, según el Washington Post.
Pero Venezuela es el problema…
La crisis ambiental y de salubridad en Tailandia coincide con un galopante crecimiento económico en este país. Dicho crecimiento se produjo tras un golpe de Estado que llevó a una junta miliar al poder en 2014. Dicho golpe de Estado derrocó a la entonces primera ministra Yingluck Shinawatra, hermana del también derrocado primer ministro Thaksin Shinawatra en 2006, quien parece haber sido el primer líder político (en un país históricamente inestable) que llevó a cabo profundas reformas en Tailandia, mismas que algunos llegaron a estimar incluso como un naciente "capitalismo de Estado”.
EUA, Argentina, Chile y otros países que hoy apoyan el intento de golpe de Estado en Venezuela, se mostraron en contra de lo que pasó en Tailandia en 2014.
Pero dado que, en realidad, el proceso militar y dictatorial tailandés conviene, sobre todo, a la economía de EUA y a su control geopolítico sobre Asia (debe recordarse que desde las bases aéreas de EUA en Tailandia salían los aviones que bombardeaban Vietnam del Norte en las décadas de 1960 y 1970), y dado que Donald Trump descongeló sin empacho las relaciones de EUA con la junta militar de Tailandiaque habían sido “limitadas” por Obama, ¿no será que habría hecho falta más que una mediática desaprobación hacia el golpe de Estado de 2014? Pensamos que no, por una sencilla razón: porque la soberanía de los pueblos, aún si están siendo gobernados temporalmente por una junta militar o están viviendo una situación crítica, debe respetarse. O ¿acaso ahora EUA o cualquier otro país preocupado por los derechos humanos debería invadir Tailandia porque sus habitantes tosen sangre?
Pero habría que preguntarnos entonces, ¿por qué a veces una dictadura sólo es desaprobada mediáticamente (aunque después se regrese a las relaciones habituales), mientras que otras veces es desaprobada hasta el límite de la guerra? ¿Por qué a veces se usa con tanta enjundia una palabra como “dictadura”, y en otras ocasiones dicha palabra sólo se esfuma en el aire o ni siquiera se pronuncia? Cuando John Kerry, en su calidad de Secretario de Estado del gobierno de Obama, hizo su declaración respecto a la situación en Tailandia en 2014, jamás utilizó la palabra “dictadura”. Simplemente dijo:
“Estoy decepcionado por la decisión del ejército tailandés de suspender la constitución y tomar el control del gobierno después de un largo período de agitación política”.
En tiempos como estos, de polarización y fake news, ¿nos conformamos con eufemismos o palabras que pretenden explicar en un segundo un todo repleto de matices? ¿Vamos a creer que "dictadura" es una palabra que justifica, por sí misma, una intervención, tal como lo dijo Donald Trump en la Asamblea General de la ONU?
“La dictadura socialista de Maduro ha generado un dolor terrible y un sufrimiento al pueblo de ese país [...] Pedimos la restauración total de la democracia y las libertades políticas en Venezuela. Estamos listos para adoptar acciones futuras si el gobierno de Venezuela persiste en su camino para imponer un régimen autoritario contra el pueblo venezolano”
Nos urgen balances críticos
No vamos a profundizar en un balance sobre Tailandia, puesto que eso sería una irresponsabilidad. Poco podemos saber de las complejidades que vive este país asiático, en el que ha habido 17 constituciones en poco más de un siglo. Como luchadores sociales comprometidos, poco podríamos decir que realmente ayude los tailandeses. ¿Y si dijéramos algo errado, y de pronto se esparciera vertiginosamente por internet? Sería un desastre.
Eso no significa que no podamos hacer un balance general a partir de elementos que se presentan inevitablemente a partir de un análisis crítico.
La sangre que tose la gente y el toque de queda para los estudiantes dictado por la contaminación son producto del crecimiento económico de matriz capitalista, que está causando una crisis ambiental sin precedentes en un país controlado por una junta militar. Una junta militar sobre la que, en su momento, el Secretario de Estado de Estados Unidos se mostró “decepcionado” pero que, por supuesto, no ameritó ninguna intervención. Una junta militar con la que, ahora, la administración de Trump retoma las relaciones de cooperación habituales. La hegemonía aplica un doble rasero abiertamente cínico hacia lo que considera dictatorial o democrático. Qué amerita una intervención (en forma de embargo comercial, bloqueo económico o incluso amenazas militares) lo dictan las necesidades tanto de la acumulación capitalista como de la dominación hegemónica, así como el control que se tenga –o no– sobre un país. En términos simples: para EUA, ese gran adalid de la democracia, las dictaduras, las juntas militares, los golpes de Estado y los toques de queda por contaminación, pueden tolerarse o ignorantes si se producen en sus estados satélites.
Así funciona el imperialismo
Lo que salta a la vista a partir de un balance tan general es esto: el imperialismo, como el dinosaurio, sigue ahí. Porque el imperialismo, a diferencia del comunismo, no es un fantasma. El imperialismo sigue ahí, materializado en ejércitos, en universidades, en empresas. El imperialismo sigue ahí, y está aplicando técnicas más refinadas que nunca para colonizar, dominar y explotar. El imperialismo sigue ahí, aprovechándose de la desregulación mediática, del desastre que provocan las fake news, y más aún: de la completa falta de formación política y crítica de la gente, que no matiza las noticias que escucha, ni filtra palabras como “dictadura”, que pueden ser usadas (u omitirse) con distintos matices, según convengan para justificar una intervención o no.
¿Y saben qué? El colmo es que en EUA la gente también esta sufriendo. Así que no se trata de “el malvado imperialismo contra los pobrecitos países pobres”. O como dicen algunos izquierdistas de hoy: que los que han renunciado al socialismo defienden a Venezuela con argumentos antiimperialistas precisamente porque ya renunciaron al socialismo, y son unos mediocres.
Pero no es así. Aquí estamos hablando de la lucha de clases. Y todos estamos sufriendo por la desquiciada dominación de EUA: en Afganistán, en Irak, en Pakistán, en Tailandia, en Skid Row (la capital de la miseria de EUA), en Honduras, en México. Morimos porque la industrialización desaforada hace tóxico el aire, morimos porque bloquean económicamente nuestra nación, morimos porque construyen muros en nuestra frontera, morimos de diabetes o de desnutrición por culpa de un sistema alimentario esquizofrénico cuya prioridad no es alimentar sino producir ganancias, morimos porque nos llevan a combatir guerras para el gran capital, morimos por la autoexplotación que nos infligimos como resultado de asimilar “el sentido común” neoliberal.
Y todo esto es producto de un sistema que EUA se empecina en mantener: el capitalismo. EUA es el hegemón (decadente y, por lo tanto, más peligroso que nunca) de este sistema. ¿Y cómo mantiene EUA esta hegemonía y a este sistema? Con nuevos y ultrarefinados métodos imperialistas. Y realmente son cada vez más pocos los que se benefician de todo esto.
Lo que deberíamos estar discutiendo es cómo salimos colectivamente de este desastre.
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