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  • Enrique Sandoval

Marx ¿populista?




Vamos a analizar la relación entre Karl Marx y el populismo ruso. No obstante, esta relación es diferente a la relación entre “el marxismo” y “el populismo”. Desde nuestra perspectiva, el conjunto de análisis, propuestas teóricas o programas de acción social que podemos encontrar en los textos de Marx, poseen algunas ambigüedades, tensiones y hasta transformaciones. Sin embargo, pensamos que éstas se articulan en torno a la perspectiva de la crítica y destrucción radical del capitalismo como forma de dominación principal de la modernidad, y la construcción del proyecto histórico internacional del socialismo y la liberación humana. Por otro lado, al hablar de populismo ruso sucede lo mismo: surgen tensiones, ambigüedades y transformaciones. Algunos investigadores, como Andrzej Walicki, han analizado el desarrollo del populismo ruso en relación a una suerte de etapas (populismo preclásico, populismo clásico y populismo legal).1 No obstante, es importante destacar que estas transformaciones se constituyeron siempre en torno a un núcleo de perspectivas relativamente homogéneo: la convicción de que el capitalismo en Rusia podía ser evitado por medio de la preservación y el apoderamiento de las comunidades agrarias. Por el momento, hemos referido de manera muy general a Marx y al populismo ruso, pues en realidad nuestra intención no es precisamente definir la teoría de Marx o la práctica del populismo, sino analizar las relaciones de influencia recíproca entre ambos. Es cierto que en algunas ocasiones Marx se mostraba crítico del populismo, y de manera recíproca, algunos populistas intentaban criticar ciertos aspectos de las propuestas de Marx. Sin embargo, el análisis o la valoración de estas críticas tampoco son objeto de nuestro análisis. En realidad, se trata de demostrar que existe una vena populista en Marx y también una vena marxista en el populismo ruso. Esta influencia recíproca, argumentaremos, no es de poca importancia en Marx ni en el populismo ruso, sino que fue tan poderosa que, de alguna manera, logró constituirse como elemento de identidad de ambas partes. En otras palabras, la influencia del populismo ruso es tan poderosa en Marx que ésta fue la fuente para que el propio Marx modificara ciertas perspectivas en torno a la posibilidad del socialismo; y viceversa, la influencia de Marx en el populismo ruso fue tan poderosa que gracias a él se modificaron ciertas perspectivas específicas en torno a la posibilidad del empoderamiento de las comunidades campesinas en Rusia. De manera un tanto injusta, Lenin nos ha legado una imagen un tanto negativa del populismo ruso, como si éste fuera la némesis directa de Marx (¿Quiénes son los amigos del pueblo?, Contenido económico del populismo ruso). Creemos que esta perspectiva, que no es nuestra intención tratar aquí, ha sido dominante en el resto de la historia del desarrollo teórico del marxismo. Tal vez, uno de los factores que haya contribuido a ello es el hecho de que Lenin no poseía los materiales indicados para elaborar un examen más completo sobre el populismo en Marx (Escritos sobre la comunidad ancestral). No obstante, hoy en día, en pleno siglo XXI, no tenemos justificación alguna para no intentar sacar las últimas consecuencias de nuestros análisis. Las condiciones materiales de la revolución socialista en el Manifiesto En el texto del Manifiesto comunista la posibilidad de la revolución se estructura como una doble expectativa fundamental: la del encuentro y la fusión de dos procesos revolucionarios entre Europa oriental y central (Italia, Polonia, Hungría y Alemania) y Europa occidental (Francia e Inglaterra). En los primeros países debía producirse una revolución democrático-burguesa, y en los segundos una revolución de tipo socialista. Marx y Engels esperaban que estos dos procesos convergerían y que incluso sus diferencias desaparecerían si se intensificaban sus objetivos. En el Manifiesto se ve muy claramente aquella expectativa según la cual en Alemania la revolución nacional-democrático-burguesa debía acontecer de una manera acelerada hasta transformarse en una revolución proletaria-socialista-internacional. A su vez, según esta perspectiva, la condición de posibilidad de la liberación de las naciones oprimidas se halla en el surgimiento de una revolución proletaria socialista en los países avanzados (principalmente Inglaterra). En este periodo, para Marx y Engels los procesos de liberación nacional se encuentran sobredeterminados por las revoluciones proletarias que incorporarían a las naciones oprimidas en una dinámica del internacionalismo proletario. Ello no quiere decir que el papel de las revoluciones democrático-burguesas sea menor, pues éstas son fundamentales para quebrar el bloque contrarrevolucionario europeo de la alianza Rusia-Prusia-Austria. Una segunda condición de la revolución socialista, en el Manifiesto, se halla en la perspectiva de que el desarrollo del capitalismo y del mercado mundial tienden a destruir todas las relaciones feudales y patriarcales en Europa. El capitalismo corta los lazos de dependencia personal entre los sujetos y pone como base histórica de su existencia social a la revolución permanente de las fuerzas productivas. Con ello, se destruye el aislamiento de los pueblos y las naciones, y surge un cosmopolitismo respecto de la producción y el consumo. Ello conduce a una concentración de la riqueza y del poder político que era desconocida en épocas anteriores. Esta concentración del poder político y del desarrollo de las fuerzas productivas, sin embargo, se vuelve contra la propia burguesía, es decir: surge una contradicción entre las relaciones sociales de producción y las fuerzas productivas. De esta manera, del seno de esta contradicción fundamental surge un sujeto en sí que puede llegar a ser el propio sepulturero de la burguesía: el proletariado moderno. De alguna manera, el surgimiento de este sujeto es posible a condición de que en la sociedad moderna se desarrolle un proceso de homogeneización clasística que decanta el la pauperización extrema o la riqueza desmedida. El proletariado moderno (que Marx identifica en ese momento con los trabajadores industriales de Europa) es la única clase que, para defender sus propios intereses, tiene que estallar al conjunto de la sociedad existente. Como puede verse, en el texto del Manifiesto existe una vena optimista en relación a que el desarrollo del capitalismo produce la desaparición de los antagonismos locales y la polarización forzosa de los sectores que se encuentran en medio del espectro burgueses-proletarios. En este periodo, para Marx y Engels el problema de la liberación nacional de los pueblos oprimidos es una cuestión secundaria y transitoria, cuya solución se halla en el seno del desarrollo económico y las transformaciones en curso. Sin embargo, en la coyuntura europea de 1848, los checos, los croatas, los rumenos, los eslovacos, etc, se encuentran en el dilema de incorporarse al movimiento revolucionario general junto con las naciones que los oprimían, o aliarse a la Corte de Viena que parecía satisfacer más inmediatamente sus aspiraciones. Como es de esperarse, la incapacidad de las clases dirigentes revolucionarias para satisfacer un programa que incluyera la democracia campesina y la cuestión agraria, conllevó a que estos pueblos optaran por desligarse del programa revolucionario esbozado en el Manifiesto. Finalmente, las aspiraciones de estos pueblos serían capitalizadas por la Santa Alianza con la finalidad de derrotar a los movimientos revolucionarios.


Antes de pasar al apartado sobre los populistas rusos, es necesario destacar que ciertas concepciones del Manifiesto, en relación a la lectura del capitalismo Europeo, fueron modificadas por Marx en el curso de los acontecimientos históricos que siguieron. En sus textos en los que analiza la cuestión sobre India y China (1850-1853), Marx reexamina la premisa de que la burguesía ya había alcanzado sus límites expansivos. En estos análisis pone en evidencia que el significado de la expansión colonial de las potencias europeas es doble: ampliar el mercado para alejar temporalmente la crisis y contribuir al desarrollo de las manufacturas europeas. Aquí se abre la perspectiva de cómo el capitalismo europeo no termina de penetrar en las regiones asiáticas del “mundo antiguo”, y por eso la burguesías europeas postergan su propia desaparición. Sin embargo, en estos textos la necesidad de intensificar la crisis, tal como es caracterizada en el Manifiesto, continúa siendo vigente: por eso es que en esta coyuntura Marx habla de que la colonización inglesa rompería el estancamiento oriental de estas colonias. Por otro lado, ya en los años sesenta, en relación con la problemática irlandesa, Marx aborda la relación entre el anti-colonialismo y la revolución proletaria. Para Marx, la liberación de Irlanda no es sólo una condición posible para la revolución, sino una condición necesaria no sólo para Irlanda, sino para Inglaterra. Aquí ya no favorece la idea de la absorción de la nación más débil a la más fuerte, sino que exige como condición para la revolución una completa separación estatal por parte de Irlanda. Diversos biógrafos de Marx han dado cuenta de cómo en la Asociación Internacional de los trabajadores Marx atacaba ferozmente la idea de la superioridad política de los obreros ingleses sobre los trabajadores irlandeses. Para el pueblo exasperado de Irlanda reivindicaba: 1) gobierno independiente de Inglaterra; 2) revolución agraria; 3) aranceles proteccionistas frente a Inglaterra.2 Como podemos ver, Marx ahora relativiza la idea de que los países adelantados son los únicos que dotarán de un impulso liberador a las naciones atrasadas. El populismo ruso y sus aprendizajes marxistas


El marco histórico sobre el que surge el “populismo ruso” se encuentra signado por una serie de procesos históricos relativos a la década de 1860. Tras la guerra Crimea (1853-1856), la bancarrota económica y política de Rusia quedaba evidenciada y con ello la legitimidad del zarismo llegaba a un punto que parecía ser de no retorno. No obstante, el nuevo Zar, Alejandro II, impulsó una especie de salida modernizadora para la situación Rusa. Entre la serie de reformas que promulgó, la más sobresaliente fue la abolición de la servidumbre en 1861, con la finalidad de calmar el malestar interno y facilitar el desarrollo económico en curso. Se trataba de una medida que entrelazaba el conservadurismo con la modernización, pues las condiciones de vida de los campesinos rusos continuaban siendo precarias. En los años siguientes a 1861 se desataron poco más 1 100 revueltas y levantamientos campesinos contra las autoridades locales3. Pero las revueltas de estos campesinos, no obstante, siempre eran limitadas geográficamente y carentes de una dirección política definida. Sorprendentemente, estos ideales de justicia y de aspiraciones campesinas tuvieron un gran eco en el ámbito intelectual ruso. Estudiantes, intelectuales liberales y anarquistas, que veían coartada su libertad intelectual en las universidades, abandonaban sus posiciones sociales para sumarse a la lucha que el pueblo ruso ya estaba llevando a cabo. El pueblo del que nos hablan estos intelectuales era identificado con los sectores campesinos que estaban siendo arruinados por la introducción de la infraestructura y los ideales importados de occidente. Pero en ese mismo año, 1861 Herzen hizo ese memorable llamado a la intelectualidad Rusa: “id al pueblo” […] Ese es nuestro sitio […] Demostrad que de vosotros no van a salir nuevos burócratas, sino soldados del pueblo ruso.”4 Debemos destacar que este primer impulso de la intelectualidad rusa está fuertemente influenciado por las ideas de Bakunin y el anarquismo europeo. Lo que retomaban del anarquismo es lo siguiente: a) consideraban a la comunidad agraria (y a los campesinos en particular) como núcleo del socialismo, de un desarrollo social diferente al capitalismo (teoría del atraso privilegiado), o al menos como punto de resistencia antizarista y anticapitalista; b) les preocupaba más la destrucción de la sociedad capitalista, del zarismo y de la nobleza, que la construcción de un nuevo orden social a escala nacional; c) no creían en la conquista de derechos políticos, la reforma del Estado, o la ampliación de la democracia formal. Es cierto que en su texto, Walicki nos advierte de los peligros de definir al populismo según esquemas generales que no diferencian las etapas internas de éste (preclásico, clásico y legal). Sin embargo, incluso los populistas más cercanos al marxismo, como Danielson, jamás abandonaron estos tres ideales que podríamos caracterizar como propios de los populistas. En realidad, pensamos que la discusión interna entre los propios populistas se debatía fundamentalmente en torno a tres ejes: 1) la cuestión del romanticismo económico, mismo que será difícil evitar sin la crítica de la economía política y, 2) la cuestión de los valores ilustrados que debían o no difundirse entre los campesinos; 3) la cuestión del papel de la violencia contra el zarismo que debía ejercerse o no para propiciar las condiciones que posibilitaran un levantamiento popular. Es un hecho que el populismo ruso jamás abandonó la idea de que los campesinos eran los sujetos principales de la resistencia frente al zarismo y de la construcción de una comunidad humana anticapitalista con gobiernos autónomos. De hecho, la radicalización terrorista de Tierra y libertad, que no escatimó en esfuerzos para asesinar al Zar en 1881, sólo puede comprenderse bajo la premisa de que esta acción de unos pocos era una necesidad insoslayable para que las comunidades agrarias tuvieran mejores condiciones respecto de los levantamientos sociales que los populistas esperaban. No se trata de eliminar al Zar para hacerse de las instituciones del Estado y desde ahí convocar a la subversión campesina, pues para los populistas esto representaba una desviación burguesa, sino de eliminar ese obstáculo principal que abatía el impulso “natural” de los campesinos. Cuando Plejánov, por ejemplo, consideraba a los obreros industriales (siguiendo al Marx de 1848) como los sujetos esenciales de la revolución, o la necesidad de conseguir libertades políticas por la vía parlamentaria, o la idea de que el desarrollo del capitalismo en Rusia era inevitable, éste se encontraba en un marco fuera del del populismo ruso. Ahora bien, en relación a las enseñanzas marxistas de los populistas rusos, debemos señalar lo siguiente. Hasta los años cincuenta, Marx consideraba a los Rusia como el ejército de reserva de la contrarevolución Europea. Sin embargo, esta actitud es modificada después de la derrota de la guerra de Crimea y cuando el zarismo comienza a preparar la abolición de la esclavitud. Para fines de la década de 1870 Marx decía que “por una ironía del destino, son justamente los rusos a quienes no he dejado de atacar a lo largo de veinte años […] quienes se han mostrado siempre amables conmigo.”5 Es sabido que en la época de los años 40 los textos de Marx eran conocidos por los “populistas precásicos” (Herzen y Belinski). Pero no sólo lo conocían, pues el propio Chernishevsky llegó a publicar un resumen con tintes apologéticos del análisis que realiza Engels en torno a la clase obrera en Inglaterra.6 De alguna manera, podríamos decir que esta primera simpatía por los textos de Marx y Engels, halla sus orígenes en el hecho de que a pesar de la resistencia de Bakunin hacia Marx, aquél fue quien en 1869 elaboró la primera traducción al ruso del Manifiesto comunista. Por eso es que no podemos dejar de destacar que el famoso texto de Mijailovski, publicado en la revista Otéchestvennie zapiski (anales de la patria), tuvo la intención de ser una apología de Marx frente a uno de sus detractores: Zhukovski. Esto sólo demuestra, por el momento, que hay una especie de simpatía general por las ideas de Marx y Engels. Esta primera simpatía general esta permeada por tres características que no podemos ignorar: 1) el conocimiento de las obras de Marx y Engels es muy limitado; 2) ninguno de los populistas preclásicos o incluso clásicos aceptaba todas las implicaciones políticas del marxismo; 3) ninguno de ellos se considera a sí mismo marxista. En general, la actitud de los populistas rusos era la siguiente: aceptar “la vena económica” de la crítica económica política de El capital, a costa de una resistencia frente a las conclusiones políticas del Manifiesto. Desde otra perspectiva, existía una tensión entre la admiración hacia Marx, suscitada por sus análisis del funcionamiento del capitalismo, y una distancia debido a que los populistas rusos creían que las conclusiones políticas (la cuestión del sujeto de la revolución que surge sólo de las sociedades económicamente avanzadas y cuya misión es dirigir una lucha principalmente política) eran inaplicables para Rusia. El conflicto principal que los populistas encontraban en la teoría de Marx y Engels, era la cuestión de la actividad política, la conquista de derechos políticos y la conquista del poder político. Los populistas jamás abandonaron la idea de satisfacer las aspiraciones populares que llevarían a la explosión de una revolución económica que, a su vez, tenía que conducir a la destrucción del poder político del Estado. Teniendo en cuenta estas reservas, podemos enfatizar ahora lo que populistas rusos sí retomaban de Marx de forma específica: 1) descripción del coste social que los campesinos rusos tendrían que pagar si sucedían los procesos de acumulación originaria; 2) explicación de los mecanismos generales de explotación capitalista (que en Rusia debían evitarse); 3) crítica a la democracia formal de corte burgués. Estas ideas, sin duda, se encaminan a producir una conclusión unívoca en el populismo ruso: el capitalismo no sólo puede ser evitado, sino que es una necesidad evitarlo mediante una revolución protagonizada por el campesinado ruso y apoyándose en la permanencia de las comunas rurales rusas. Lo único indiscutible de esta perspectiva es que la situación de Rusia no puede prolongarse por mucho tiempo: se avecina una tremenda revolución, y no precisamente de tipo político-burgués, sino social. La perspectiva de Marx y sus enseñanzas populistas Como hemos dicho, después de la guerra de Crimea y la abolición de la esclavitud, Marx percibe un quiebre en la inmovilidad tradicional de Rusia. El 13 de Diciembre de 1859 afirma que “en Rusia el movimiento se desarrolla más rápidamente que en toda Europa. Por un lado, el movimiento constitucionalista contra el zar, y por el otro el movimiento campesino contra la nobleza.”7 Estas afirmaciones, por supuesto, se inscriben en el contexto de dos movimientos teóricos precedentes: las tesis relativas al carácter desigual del capitalismo y la exaltación de la importancia de los movimientos revolucionarios en los países coloniales. En sus textos sobre Rusia, Marx traza dos coordenadas teóricas para el análisis de esta país: a) la acumulación del capital en un país no colonial y con un gran retraso histórico en el marco de la extensa división internacional del trabajo, y 2) la particularidad de la supervivencia de instituciones precapitalistas (las comunidades agrarias) en el marco de una situación prerevolucionaria.8 El caso ruso le aportaba, en primer lugar, un papel central en la elaboración de los últimos dos tomos de El capital. Rusia era para el tomo 2 y 3, lo que Inglaterra era para el tomo 1. Concretamente, era el paradigma del desarrollo capitalista en los países agrarios. Ahora bien, entrando al tema que nos ocupa (su relación con el populismo ruso), Marx tiene una primera interacción con los populistas mediante la carta (1877) que dirige a Mijailovsky. En el texto de Mijailovsky, y a pesar de que éste intenta defender a Marx, afirma que la teoría materialista de la historia conlleva al problema de la inevitabilidad del capitalismo en las sociedades atrasadas. La respuesta de Marx (que por cierto nunca fue enviada) es contundente: “si Rusia sigue marchando por el camino que viene recorriendo desde 1861, desperdiciará la más hermosa ocasión que la historia ha ofrecido jamás a un pueblo para esquivar todas las fatales vicisitudes del régimen capitalista.”9 En pocas palabras, rechaza una conexión necesaria y hasta teológica entre sus análisis del desarrollo del capitalismo en occidente (tomo 1 de El capital) y los resultados de la lucha de clases en Rusia. Se trata de negar toda filosofía de la historia (en los términos de Hegel) sin negar la importancia de los resultados obtenidos mediante la crítica de la economía política. En esta carta se abre la perspectiva, según Marx, de que Rusia se apropie de los conquistas positivas de las fuerzas productivas para que, apoyándose de las comunidades agrarias, evite su tránsito por las sendas de capitalismo. Esta es, como puede notarse, una posibilidad no presente en el Manifiesto. Una segunda interacción que Marx establece con los populistas rusos, se logra mediante la relación con Vera Zasúlich. Sabemos que Marx redactó cuatro borradores antes de contestar a la pregunta crucial de Zasúlich: “¿Rusia debe pasar por el capitalismo para constituir el socialismo?” En la carta del 8 de marzo de 1881, Marx responde increíblemente a esta inquietud:

La “fatalidad histórica” de este movimiento está, pues, expresamente restringida a los países de Europa occidental. El porqué de esta restricción está indicado en este pasaje del capítulo XXXII: La propiedad privada, fundada en el trabajo personal... va a ser suplantada por la propiedad privada capitalista, fundada en la explotación del trabajo de otros, en el sistema asalariado. En este movimiento occidental se trata, pues, de la transformación de una forma de propiedad privada en otra forma de propiedad privada. Entre los campesinos rusos, por el contrario, habría que transformar su propiedad común en propiedad privada. El análisis presentado en El capital no da, pues, razones, en pro ni en contra de la vitalidad de la comuna rural, pero el estudio especial que de ella he hecho, y cuyos materiales he buscado en las fuentes originales, me ha convencido de que esta comuna es el punto de apoyo de la regeneración social en Rusia.10


La carta a Zasúlich, desde nuestra perspectiva, destaca una valiosa conclusión: el análisis de El capital no puede sustituir a los análisis concretos de las fuerzas sociales que se desarrollan en el ámbito de la lucha de clases. En los otros borradores, Marx integra una nueva condición para este tránsito hacia el socialismo sin pasar por el capitalismo: la lucha contra el Estado y la naciente clase capitalista que es empoderada por el propio zarismo. Aquí Marx coincide con los populistas en tres puntos: 1) la lucha contra la fuerza disgregadora de las comunidades agrarias es fundamental; 2) conciben al campesinado como una gran fuerza revolucionaria; 3) apuestan por una revolución como vía única para salvar a la comunas agrarias. Según estas conclusiones, parecería que nos encontramos lejos de las conclusiones políticas del Manifiesto. Sin embargo, ya en los prefacios de 1882 del Manifiesto (y esta será la tercera interacción con la situación rusa), Marx continua reivindicando una perspectiva que no habíamos encontrado en las primeras dos interacciones: “si la revolución rusa da la señal para una revolución proletaria en occidente, de modo que ambas se complementen, la actual propiedad común de la tierra en Rusia podrá servir de punto de partida para la revolución comunista”11 Aquí, en este texto escrito por Marx y Engels, la relación entre la posible revolución en Rusia y en occidente, es dialéctica. Sin embargo, como han hecho notar diversos intelectuales, en este punto la posición de Engels y la de Marx, son diferentes. El primero en notar esto fue Danielson. A grandes rasgos, Danielson destaca que Engels subordinaba la posible revolución en Rusia a las revoluciones proletarias en occidente. No obstante, en los borradores de la carta a Zasúlich, Marx admite la posibilidad de que la regeneración rusa coexista con el desarrollo del capitalismo en occidente. Por otra parte, el desarrollo del capitalismo en Rusia es, para Marx, algo evitable y de hecho indeseable; en cambio, para Engels es inevitable y deseable. Para Marx, a diferencia de Engels, el desarrollo de la agricultura sobre la base de la introducción de la maquinaria a gran escala y la organización política de los campesinos, siempre fue fundamental. Como dice Aricó, tal vez este prefacio del Manifiesto es más un texto de compromiso que da cuenta de las diferencias entre Marx y Engels.12 Volviendo a nuestro tema, más que una coincidencia central entre Marx y los populistas, podemos decir que lo que sucedió es que Marx fue apelado por los propios populistas rusos para dar una respuesta original, precisa, inédita y hasta no euro-céntrica respecto de un proyecto socialista de género único. Se trata de una apelación que liga más directamente a Marx con los populistas, que con aquellos que se decían “marxistas”. Sobre esto último, es interesante destacar el irónico comentario que hace Marx en relación a la organización Cherni Peredel (organismo que funda Plejánov después de su escisión con Tierra y libertad): han “salido voluntariamente de Rusia —en contraste con los terroristas cuyas cabezas están en peligro— para constituir un pretendido partido propagándístico. Pretendiendo realizar una labor de propaganda en Rusia, se vinieron a Ginebra. ¿Cómo esperan conseguirlo?”13 Al tiempo que ironizaba con los marxistas, destacaba la actividad de los populistas rusos (que por aquel entonces ya habían asesinado al Zar Alejandro II):

Se trata de personas a toda prueba, sin ningún deje melodramático, sencillos, metódicos, heróicos. Gritar y morir son dos opuestos irreconciliables… tratan de enseñar a Europa que su modus operandi es un modo específicamente ruso e históricamente inevitable sobre el que es tan inútil moralizar —a favor o en contra— como lo sería hacerlo sobre el terremoto de Chios.14

A aquí Marx no exalta el papel de la violencia en términos abstractos, sino que muestra su afinidad por los populistas rusos que han emprendido una lucha social contra el zarismo para propiciar las condiciones necesarias que radicalizarían los levantamientos campesinos en las aldeas aún existentes. Esta perspectiva, como sabemos, fue abandonada por los “marxistas” y los populistas legales de los últimos años del siglo XIX (a quienes principalmente se dirige Lenin). Por estas mutuas influencias, podemos afirmar que claramente hay una vena populista en Marx (vena radical, abierta a no esperar el desarrollo del capitalismo, e incluso no inmediatamente de masas) y una vena marxista en el populismo (abierta a retomar las conclusiones de la crítica de la economía política y evadir cualquier exceso intelectualista, propagandístico o liberal). Esta relación que hemos intentado analizar se cimienta sobre un punto clave en torno a la relación populismo ruso-Marx. Para establecer esta relación, ambas partes tuvieron que estar dispuestas a renunciar a la ortodoxia férrea respecto de sus propios principios, es decir, los populistas, a pesar de sus influencias anarquistas, nunca se cerraron completamente a la perspectiva de la crítica de la economía política de Marx, aún cuando no compartieran las conclusiones políticas del Manifiesto. Al mismo tiempo, los populistas le dieron a Marx un punto de apoyo material sin el cual, tal vez, éste no hubiera abandonado aquellas caracterizaciones en torno a las “naciones contrarevolucionarias”. El populismo era para Marx un modo específicamente ruso de ser radicalmente anticapitalista y antizarista. El marxismo era para los populistas la única manera existente de comprender radicalmente a la sociedad contra la que estaban luchando. Por eso es que la radicalidad del pensamiento y de la acción era la apelación que Marx y los populistas rusos hacían el uno respecto del otro. Este principio, el de la radicalidad de la praxis revolucionaria, es el núcleo decisivo de esta relación. Incluso, es el núcleo que nos permite comprender la razón por la cual Marx y los populistas no se expresaba bien de Plejánov cuando éste se convirtió al “marxismo”. Finalmente, debemos añadir que el marxismo de Marx no se agota en una ideología del desarrollo de las fuerzas productivas, al tiempo que el populismo ruso no fue simplemente un proceso anómalo, ecléctico o aberrante. Tanto el marxismo de Marx, como populismo ruso, nunca abandonaron la necesidad insoslayable de enfrentarse al mundo (teórica y prácticamente) mediante posiciones radicales o críticas y, por esto mismo, originales ante las circunstancias y las relaciones de fuerzas específicas. Pensamos que la cerrazón ante esta originalidad crítica y radical (Plajánov, incluso Engels, y de alguna manera Lenin) nos ha bloqueado, por mucho tiempo, comprender que tal vez las “fronteras” entre el marxismo (crítico) y el populismo (¡crítico!) no son tan rígidas como habíamos creído. Bibliografía: -Aricó José, El populismo ruso, en https://revistas.unc.edu.ar/index.php/restudios/article/view/14111 -Aricó José, Marx y América latina, México, Alianza, 1982. -Baron Samuel, Plejánov. El padre del marxismo ruso, México, Siglo veintiuno Editores, 1998. -Mandelbaum Kurt, “Introducción a la edición alemana”, en Marx Karl, Engels Friedrich y Danielson Nikolai, Correspondencia (1868-1895), México, Siglo veintiuno Editores, 1981. -Marx Karl, “El porvenir de la comuna rural rusa”, en Escritos sobre la comunidad ancestral, La paz, Vicepresidencia del Estado Plurinacional. Presidencia de la Asamblea Legislativa Plurinacional. Bolivia. 2015. -Marx Karl & Engels F., Correspondencia, Buenos Aires, Cártago, 1973. -Marx Karl & Engels F., “Manifiesto comunista”, Obras escogidas. 2 tomos. Moscú, Progreso, 1966, pp. 14-15. Tomo 1. -Marx Karl, Engels Friedrich y Danielson Nikolai, Correspondencia (1868-1895), México, Siglo veintiuno Editores, 1981. -Rivadeo Ana María, El marxismo y la cuestión nacional, México, Escuela Nacional de Estudios Superiores Acatlán, 1994. -Walicki Andrzej, “Rusia”, en Ionescu Ghita y Gellner Ernest (comps.), Populismo, sus significados y características nacionales, Buenos Aires, Amorrortu, 1970.

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