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México: violencia sistemática en presentación caótica

 By: Eduardo Méndez

14 de noviembre 2015.- El presupuesto para la seguridad pública del país ha incrementado de 50mil 900 millones en 2006 a 153mil en 2015: parece de suma importancia la creación de nuevos cuerpos policiacos como la Gendarmería Nacional o la policía de la montaña alta; la contratación de dos mil policías que solicitó Eruviel Ávila en 2014, o la promesa del presidente municipal de Puebla de Zaragoza, Puebla; de sumar a 3000 auxiliares para su periodo (2014-2018). Así como la inversión constante para armamento y entrenamiento de fuerzas del orden. Sin embargo, en los hechos, ese aumento de “seguridad” es también el aumento de su opuesto. Para muestra, cifras oficiales de la primera mitad del año 2015: un total de 8, 963 asesinatos reportados en todo el país, dos cada hora.

¿Quiénes son esos muertos?

Hoy se habla de que cualquiera puede ser víctima de la violencia, de que no hay un patrón específico y que por ello pareciera que múltiples desapariciones, robos y asesinatos ocurren de forma completamente caótica. Sin embargo, son constantes los motivos políticos y económicos implicados para cometer la violencia o ser objeto de ella. Romper con la concepción confusa y ahondar en lo particular de la violencia del Estado mexicano nos será útil para desprendernos de la mera cifra, para desnaturalizarlo y hacer la emergencia evidente.

Respondiendo a la pregunta, en primer lugar, estas muertes deben su causa a la ocupación de la gente ante el autoritarismo del Estado y su cualidad coercitiva. El 23 de Septiembre asesinan a Ernesto Rusque y a Cristina Jiménez, pareja profesores de la CNTE, junto a su hijo de seis años en Oaxaca. Una semana antes, el día 17, asesinaron a Edén Lopez Gasga y Eduardo López Sánchez, quienes daban clases en la escuela preescolar indígena Benito Juárez en Guevea de Humboldt, también de Oaxaca. Asesinatos cometidos contra el sector combativo de los trabajadores de la educación pública, lucha que se agudiza desde la implementación de evaluaciones externas y estandarizadas para cumplir criterios de eficiencia impuestos por el Banco Mundial o la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) hoy reafirmadas con la Reforma Educativa, más en específico hacia la sección 22 de la CNTE, que ha mostrado la más amplia capacidad de movilización a nivel nacional de los llamados “maestros disidentes”.

En una situación similar podemos ubicar a los periodistas –específicamente de Veracruz –, donde han sido asesinadas 15 personas dedicadas a ese oficio entre 2011 y 2014. En este escenario de tortura, abuso sexual y tiros en la cabeza, se halla el asesinato de Rubén Espinoza, asesinado el 31 de Julio de 2015 en el D.F., a la par de Nadia Vera, Yesenia Quiroz, Olivia Alejandra Negrete y Milé Martín.

Las muertes de los profesores y los profesores y los periodistas son similares por ser crímenes impunes, por se intentos de intimidación para quienes conocen los vínculos entre la delincuencia organizada con empresarios, gobernadores, funcionarios, policía y militares de todos los niveles, o quienes los evidencian por sus abusos, dejan ver sus faltas, estrictamente criminales o no. Es la imposición con sangre de la advertencia de Javier Duarte (gobernador de Veracruz, responsabilizado por Nadia Vera de lo que pudiera pasarles un mes antes de morir): “Pórtense bien” –decía– para concluir su discurso en Poza rica, diciendo: “preocúpense, porque vamos a sacudir, les repito, vamos a sacudir fuertemente el árbol”. En esa misma línea se inserta, por supuesto, la desaparición del 26 de Septiembre de 2014 de los 43 estudiantes de Normal Rural en Iguala, Guerrero.

Debemos recalcar que la violencia no se reduce a un problema de estar en el momento y el lugar equivocado, ni son momentos esporádicos. Es un proceso contradictorio y en serie, por el que se presentan casos como los anteriores o como el de las decenas de fosas comunes llenas de personas sin nombre, sin identidad escondidas en Guerrero en el último año.

En última instancia la violencia del Estado no se vive únicamente en la pérdida súbita de la vida, se vive también desde la falta de oportunidades para trabajar, o en el robo del trabajo mediante exhaustivas jornadas laborales con salarios que no alcanzan para la canasta básica, la violencia del capital se dirige a los trabajadores de la formalidad, informalidad y los desocupados y se incrementa en tanto que, como cualquier otra mercancía desechable, se tenga que prescindir de nosotros priorizando las ganancias.

Por ello es que podrá surgir una salida a esto sólo en medida de que se trabaje no simplemente la situación humana individual, sino en una socialización distinta, que junto con otros individuos, además de organizaciones (que tengan ya un estudio y formas de aproximarse a la difusión de información y a procesos de resistencia y de construcción estudiantil, urbana, territorial, entre otras) que necesariamente discutan estas problemáticas para dotarse de herramientas para comprender la realidad, para formar a su vez proyectos de disputa, objetivos y consignas como la erradicación de la tortura, que ha naturalizado la facultad de la autoridad para obtener información sin importar el método; y que entre otras tareas, eche abajo las reformas estructurales como proyecto de saqueo generalizado del país.                                                               

Fotografía por Juan Manuel García

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